Desde el olvido – parte 2

Conducir le impedía verla tan fijamente como quisiera, aunque aprovechaba cada mirada para apreciar sus cambios, tal como ella lo hacía también. Seguía teniendo esa sonrisa que le encantaba y se mantenía en buena forma física, tal vez hacía ejercicio, aunque a ella siempre le había gustado cuidar mucho su alimentación por su tendencia a subir de peso con facilidad. Vestía con cierta sencillez pero sin perder los detalles que a él le encantaban, una blusa muy fresca de tirantes y escotada, una falda arriba de la rodilla, medias naturales y un sueter muy delgado del mismo color que la blusa.

Recordó la primera vez que fueron juntos a una fiesta formal. Era la graduación del bachillerato del hermano de Andrea. Salvador la esperaba dentro del auto cuando la vio salir de la casa de sus padres, vestía un vestido de noche color negro con una ligera abertura en un costado que le permitía contemplar parte de su pierna. Se veía imponente. Aquella noche fue inolvidable. Los besos que Andrea le prodigó en la fiesta fueron apasionados, aun en presencia de sus padres. Y lo que vino después como olvidarlo. Sus padres se sentían cansados, por lo que regresaron con ellos a su casa dejando a su hermano en la fiesta. En la casa sus padres se habían a dormir dejándolos solos en la cocina tomando un café y con la excusa perfecta, esperaban a que su hermano volviera. Cuando Andrea lavaba las tazas Salvador no pudo contenerse más y la tomó por la cintura besando su cuello y sus oídos. Sus manos subieron hasta sus senos acariciándolos con desesperación y luego la hizo girar para quedar de frente a ella. Bajó los tirantes del vestido para dejar al descubierto sus pechos y besarlos con el ansia de conocer su sabor. Era la primera vez que llegaba tan lejos con ella. Buscó la abertura en el vestido para levantar la pierna de Andrea hasta tenerla en su cadera y acariciarla con el placer que le daba sentir sus medias con sus manos. Lentamente terminaron en el suelo de la cocina, ella buscaba con su mano la erección de él mientras le permitía acariciarla como él quisiera. Fue un breve momento que recordarían siempre, a pesar de que ella le impidió seguir por temor a despertar a sus padres o a que su hermano llegase en cualquier momento.

El recuerdo excitó a Salvador haciéndolo sentir un aumento de presión entre sus piernas que tuvo que contener. Conducía por una carretera peligrosa y no quería correr riesgos, más por ella que por él. Él ya no tenía tanta importancia.

El camino a Tulancingo pasó rápido para ellos. Se contaron con más detalle lo que habían hecho esos años en que no se habían visto. Ella había tenido tres empleos y había hecho dos intentos de poner un negocio propio que no habían rendido frutos.

– Y de tu vida personal, ¿qué me cuentas? Dices que no te has casado pero, ¿no has conocido a algún hombre que te hiciera sentir la cosquillita de casarte, de pasar el resto de tu vida con él? – Dijo Salvador.

– Mh. La verdad es que si, a uno, pero no pasó nada. Hablamos de matrimonio pero simplemente no se dieron las cosas.­ – Dijo Andrea.

– ¿Por qué? ¿No se entendieron? ¿Se dieron cuenta de que no funcionaría? – Insistió Salvador.

Andrea desvío la mirada hacía su ventanilla, mirando a través del cristal recordó aquella relación. Aquel hombre la había hecho sentirse de verdad arrepentida de haber dejado a Salvador. En su corazón sintió una breve punzada al recordar el dolor que sintiera el día que descubrió de que, a pesar de estar haciendo ya planes de boda aquel sujeto la estaba engañando. En realidad él nunca tuvo planes para casarse con Andrea pues llevaba una relación de muchos años con otra mujer a quien ya le había entregado el anillo de compromiso. Los descubrió haciendo el amor en la oficina de él, sobre su escritorio, donde también Andrea había disfrutado de la pasión a su lado. El dolor fue insoportable por semanas y, más que nunca, deseo no haber terminado nunca con Salvador, él siempre fue fiel a su relación, la respetaba y le daba su lugar.

– Simplemente no funcionó, eso es todo lo que hay que decir. – Dijo Andrea volviendo de nuevo la mirada hacía Salvador.

– Que lástima. Las heridas de amor siempre son difíciles de curar. ¿Y tienes novio o sales con alguien?

– No, por ahora estoy bien así. No le rindo cuentas a nadie ni tengo que preocuparme de tener o no tiempo para pasarlo con otra persona. Pero bueno, ahora te toca a ti contarme como te ha ido en lo personal.

– No hay mucho que decir tampoco. He tenido algunas relaciones de noviazgo pero nada realmente digno de recordarse. Solo alguna decepción por ahí.

– ¿Cómo que tipo de decepción? No creo que no hayas pensado en casarte, tu siempre has querido tener una familia, tus hijos, y todo lo demás.

– Tu me conoces, cuando siento aprecio por alguien me preocupo mucho por su bienestar. Y algunas veces llego a sentir algo más que amistad, eso te lleva a correr el riesgo de ser lastimado. Y pues eso ha sido, hasta me aprendí la frasecita de “es que ahorita no quiero estar con nadie, pero si quisiera tener novio seguro serías tú”. Después no es muy agradable ver a esa persona con su pareja a los dos días de darte a ti esa excusa. – Salvador bajo un poco la mirada, su rostro mostró una mueca de ironía. – Pero eso termino hace poco. Ya no sufriré más por eso.

– ¿Por qué lo dices?

– Por nada en especial, es solo que ya no me pueden dañar más. Digamos que, ahora ya no pueden alcanzar mi corazón para dañarlo.

Llegaron a Tulancingo y Andrea le indicó a Salvador como llegar al domicilio de su clienta. Él se quedó en el auto contemplando a Andrea mientras ella se alejaba, disfrutó su breve contoneo una vez más, como si apenas ayer se hubiesen besado por primera vez, como si nunca se hubiesen separado. Por debajo de los anteojos oscuros una lágrima corrió por su mejilla.

Unos minutos después vio a Andrea caminar hacía el auto. Ella sonreía. Salvador pasó el dorso de la mano por sus mejillas para asegurarse de que no quedarán rastros del par de lágrimas que había derramado. Ella no debía notar cambios en su semblante.

– Listo, pedido entregado. Ya podemos volver a Pachuca. – Dijo Andrea subiéndose al auto.

– Muy bien, una clienta más satisfecha. – Respondió Salvador dedicándole una sonrisa mientras encendía el auto para emprender el camino de regreso. – ¿Sabes algo Andrea? No tomes a mal lo que voy a decirte, pero sigues siendo hermosa, sigues teniendo esa sonrisa encantadora. – La miró fijamente a los ojos, como si a través de ellos pudiera leer su respuesta.

Andrea quedó congelada. No esperaba ese tipo de comentario de Salvador, pero no le era desagradable. Lejos de eso se sentía halagada y eso provocó que sus labios le agradecieran el piropo con una sonrisa.

– Muchas gracias, hace tiempo que no escuchaba algo así, al menos no con tanta sinceridad.

– Solo digo lo que a mi me es evidente. No hay manera de pasar por alto la belleza de una mujer como tú. – Salvador centró su atención en el volante y emprendió el camino.

Un silencio se hizo entre ambos mientras salían de Tulancingo. Salvador pensaba que tal vez había cometido un error al decirle ese comentario, empezaba a arrepentirse de estar ahí con ella. Tal vez no debió aparecer de nuevo para verla.

– Tú te ves muy bien también. Quiero decir, te vez muy guapo, el peinado te queda muy bien, la ropa te ayuda. Te vez muy atractivo para una mujer, no se como es que estás solteros. – Dijo Andrea rompiendo el silencio y sacando a Salvador de sus pensamientos.

– Solo lo dices para corresponder lo que yo te he dicho. Pero te lo agradezco de todos modos. – Dijo Salvador sin distraer la mirada del camino.

– No, es verdad. Si yo fuera tu novia no te dejaría ni un momento solo a merced de que otra mujer se te acercara.

– Yo haría lo mismo contigo. No dejaría que nadie te mirará siquiera. Pero eso es algo que ya fue y no funcionó. ¿Lo recuerdas?

– Lo sé. Te extrañé mucho Salvador. No sabes la falta que me hiciste. – Dijo Andrea fijando la mirada en Salvador. Ya no había una sonrisa en su rostro, sino un dejo de tristeza.

– Yo también he pensado mucho en ti, en los buenos momentos sobre todo.

– Lo que más recuerdo de ti es como me respetabas. Para ti eso era lo primero. Y eso nunca lo volví a encontrar en nadie más.

– Sin respeto a tu pareja no puede haber relación que dure. Aún cuando lo que ella te pida sea algo muy difícil de cumplir debes esforzarte por respetarla. Eso es todo lo que hice.

– Lo dices tan fácil, pero no sabes lo difícil que es encontrar a alguien que sea así.

– Lo se. Y mira que a veces es difícil, pero no debes dejar que tu esencia cambie, y la mía es esa. ¿Sabes que es lo que más me costo hacer? Respetar el que tu me pidieras no tener relaciones conmigo.

– Yo… No sabes como arrepentí de ello. Aunque yo solo quería que todo fuera perfecto entre nosotros. Yo quería llegar al matrimonio contigo y disfrutar de la noche de bodas como si fuese la primera vez. Yo quería que nuestra relación fuera diferente. – Las lágrimas escaparon de los ojos de Andrea.

A pesar de sus jugueteos y de los muchos momentos que pasaron a solas nunca llegaron a concretar el acto sexual. Llegaron a tener sexo oral, se estimulaban mutuamente, pero ella le pidió no llegar tan lejos. Esperaba con el tiempo casarse con él y regalarse una noche de bodas única. Pero ese día nunca llegó.

Salvador notó las lágrimas en el rostro de Andrea y detuvo el auto en la primera cuneta que encontró. De la guantera sacó un paquete de pañuelos de papel y tomó uno para limpiar con mucha suavidad las lágrimas de Andrea. Delicadamente giró su rostro con dos de sus dedos. Se quitó los anteojos oscuros y miró fijamente sus ojos.

– No debes estar triste. Lo que en ese entonces sucedió tenía una razón de ser. Tomamos decisiones entre los dos y no debemos arrepentirnos ni aún ahora que ha pasado tanto tiempo.

Salvador posó la palma de su mano en la mejilla de Andrea para que recargara su rostro. Ella no dejaba de verlo suplicante a los ojos.

– No me hagas pensar que fue un error regresar para buscarte. – Dijo Salvador.

 

Continuara…

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