– No, esto no es un error. Solo que, desearía volver el tiempo atrás y corregir muchos errores.
– No hay forma de volver al pasado, eso te lo puedo asegurar. Pero siempre podemos aprovechar el día que nos han permitido vivir, y soñar con un futuro que tal vez llegué, tal vez no. Pero los sueños alimentan nuestra alma y nos dan la esperanza de seguir adelante.
– Nunca dejé de amarte Salvador. A pesar del tiempo siempre he pensado en ti. Los tontos con quienes salí solo consiguieron que pensara más y más en ti. Me lastimaron mucho, y cada herida me llevaba a tu recuerdo, al único hombre que siempre ame de verdad y que siempre me respeto. – De nuevo las lágrimas aparecían en los ojos de Andrea, y Salvador las limpiaba con el dorso de su mano.
– Tenemos el hoy Andrea, eso es lo que importa. Y el mañana tal vez también. Pero el hoy es lo que importa, el ayer dejémoslo sepultado. Yo también te sigo amando, y te amaré para siempre.
Con los nervios a flor de piel, Salvador besó sus labios con ternura, lentamente; y Andrea le correspondió de la misma manera. Fue un instante que para ellos duró la eternidad, lo habían soñado durante años, lo habían añorado en sus momentos más difíciles, Andrea en las traiciones sufridas y Salvador en el dolor físico. Cuando el beso terminó, sus miradas se entrelazaron declarándose amor eterno sin decir una sola palabra.
– Quiero estar contigo mi amor, como siempre debimos estar. Llévame a donde podamos estar solos, por favor. – Dijo por fin Andrea, abrazándose al pecho de Salvador.
– ¿Estás segura de lo que me estás pidiendo? No quisiera que después te arrepintieras.
– Estoy segura. Lo he estado durante los últimos años en que te he extrañado tanto. Y si de algo me he arrepentido es de haber estado lejos de ti.
Salvador encendió de nuevo el motor del auto y continuó su camino hacía Pachuca mientras Andrea le sujetaba el brazo y recargaba la cabeza sobre su hombro. Hicieron el camino en silencio, como si estuviesen reservando toda su energía para lo que tenían por delante.
Cuando estuvieron por fin en las afueras de Pachuca, Salvador se desvío de la carretera. Condujo el auto durante un par de minutos hasta encontrar un motel de buena apariencia.
Cuando entraron a la habitación Salvador encendió las luces. Las cortinas estaban cerradas por lo que no tendrían miradas indiscretas en ellos. Apenas cerraron la puerta Salvador colocó a Andrea contra la pared, la abrazó y se besaron apasionadamente. Las manos de Salvador acariciaron lentamente la cintura de Andrea, recordando la suave forma de su cuerpo.
Lentamente se separaron, Salvador tomó su mano y la llevó dentro de la recámara. El amueblado era sencillo y cómodo, una cama king size, una pequeña mesa con un par de sillas, una cómoda y una televisión empotrada a la pared.
Salvador se sentó en la orilla de la cama para contemplar a Andrea, quien permanecía de pie frente a él.
– Sigues siendo hermosa, la más hermosa que he visto y que veré en mi vida Andrea. – Dijo Salvador tomando las manos de Andrea.
– ¿De verdad te parezco hermosa? ¿Qué te gusta de mí?
– Todo, tus ojos, tus labios, tu cintura, tus piernas son encantadoras.
Andrea se sentó sobre las piernas de Salvador y con la pasión contenida durante años besó sus labios apretando su cuerpo contra el suyo. Llevó las manos de Salvador de su cintura a sus piernas pues recordaba cuanto lo enloquecía acariciarlas.
Sin separar sus labios se levantaron de la cama; con toda la delicadeza Salvador le quitó el sueter y después levantó su blusa por encima de su cabeza. Con las manos en su cintura desnuda besó su cuello y sus hombros. Andrea abrió los botones de la camisa de Salvador hasta quitarla por completo y él la hizo girar para poder besar la parte posterior de su cuello. Acomodando el cabello de Andrea hacía uno de sus hombros Salvador pasó sus labios por su espalda y soltó su sostén; sus manos buscaron la redondez de sus senos mientras besaba uno de sus oídos. La excitación se respiraba en la habitación. Andrea sentía como se aceleraban los latidos de su corazón al sentir las manos de Salvador acariciando con suavidad sus pezones mientras el sudor comenzaba a perlar su frente.
Andrea se giró y besó el pecho y el cuello de Salvador, los cuales sintió fríos y paso por alto el detalle, no quería desaprovechar la oportunidad de estar con el que siempre consideró que era el más grande amor de su vida. Desabrochó el cinturón y abrió el pantalón de Salvador e introdujo su mano sintiendo la erección que la excitación estaba provocando en su miembro.
Salvador se hincó ante Andrea para quitar la falda que ella llevaba puesta, se levantó para acostarla en la cama. Le quitó los zapatos, las medias y su ropa interior; la contempló un momento, la tenía desnuda ante él como en sus sueños. Andrea lo miraba ansiosa, esperando que se uniera a ella en el lecho y poder seguir amándose sin importarles el mundo. Él termino de desnudarse y se postró sobre ella besándola, acariciándola, sintiendo crecer su miembro al roce con el cuerpo de ella.
Cuando por fin Salvador unió su cuerpo al de Andrea, sintió como ambos temblaban como nunca antes. Era la primera vez que sentían que hacían el amor en todos los sentidos. Tantos años de separación explotaron en ese momento de pasión compartida entre quienes habían nacido para ser pareja, para compartirlo todo, pero que no supieron aprovechar la oportunidad de estar juntos. Hicieron el amor durante la tarde y la noche, no hubo más plática, solo besos y caricias tratando de apagar en unas horas la ardiente pasión que durante años habían contenido dentro de sí.
Antes del amanecer Salvador, ya vestido de nuevo, despertó a Andrea con un beso lleno de ternura.
– Despierta amor, tenemos que irnos ya. – Dijo Salvador.
– Mmmhh… aún no amanece, vamos a quedarnos un poco más, hazme el amor de nuevo mi vida. – Respondió Andrea semidormida y pasando sus brazos por el cuello de Salvador.
– Lo siento corazón, de verdad nos tenemos que ir.
Salvador la beso de nuevo y se levantó para abrir un poco las cortinas. Andrea, aún con sueño, se levantó también para vestirse.
Mientras Salvador conducía en silencio Andrea aún adormilada se recargaba sobre su hombro. Llegaron a la casa de ella en Pachuca donde, dentro del coche, Andrea lo miró fijamente a los ojos no queriendo separarse más de él ni siquiera un minuto.
– Por ahora creo que aquí nos despedimos amor. – Dijo Salvador tomando las manos de Andrea entre las suyas.
– ¿Es muy necesario que te vayas ahora? No quisiera que nos separáramos más. – respondió Andrea sin dejar de verlo a los ojos.
– Por ahora creo que así tiene que ser pequeña, tengo que volver al lugar de donde llegue hoy, pero nos volveremos a ver.
– ¿No te gustaría pasar un momento? Te invito un café y seguimos platicando.
– Te lo agradezco mucho, pero no puedo. Ya casi no tengo tiempo para regresar. Pero ya verás que tendremos todo el tiempo del mundo en su momento, te lo prometo. – dijo Salvador buscando hacerle sentir la esperanza de un futuro encuentro.
– No quisiera que te fueras, pero entiendo. ¿Me prometes que vamos a vernos de nuevo?
– Te lo prometo. Por ahora no puedo decirte exactamente cuándo, pero nos veremos.
Salvador beso las manos de Andrea, quien volvió a sentir frio al contacto con su piel, bajó de su auto para abrir la puerta de ella y ayudarla a bajar y sellar con un último beso el pacto de volverse a ver pronto. Volvió al interior del auto y arrancó en tanto ella, inmóvil, lo veía alejarse. Una pequeña brisa helada recorrió su cuerpo y la hizo entrar a su casa.
Continuara…