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Desde el olvido – Parte 3

– No, esto no es un error. Solo que, desearía volver el tiempo atrás y corregir muchos errores.

– No hay forma de volver al pasado, eso te lo puedo asegurar. Pero siempre podemos aprovechar el día que nos han permitido vivir, y soñar con un futuro que tal vez llegué, tal vez no. Pero los sueños alimentan nuestra alma y nos dan la esperanza de seguir adelante.

– Nunca dejé de amarte Salvador. A pesar del tiempo siempre he pensado en ti. Los tontos con quienes salí solo consiguieron que pensara más y más en ti. Me lastimaron mucho, y cada herida me llevaba a tu recuerdo, al único hombre que siempre ame de verdad y que siempre me respeto. – De nuevo las lágrimas aparecían en los ojos de Andrea, y Salvador las limpiaba con el dorso de su mano.

– Tenemos el hoy Andrea, eso es lo que importa. Y el mañana tal vez también. Pero el hoy es lo que importa, el ayer dejémoslo sepultado. Yo también te sigo amando, y te amaré para siempre.

Con los nervios a flor de piel, Salvador besó sus labios con ternura, lentamente; y Andrea le correspondió de la misma manera. Fue un instante que para ellos duró la eternidad, lo habían soñado durante años, lo habían añorado en sus momentos más difíciles, Andrea en las traiciones sufridas y Salvador en el dolor físico. Cuando el beso terminó, sus miradas se entrelazaron declarándose amor eterno sin decir una sola palabra.

– Quiero estar contigo mi amor, como siempre debimos estar. Llévame a donde podamos estar solos, por favor. – Dijo por fin Andrea, abrazándose al pecho de Salvador.

– ¿Estás segura de lo que me estás pidiendo? No quisiera que después te arrepintieras.

– Estoy segura. Lo he estado durante los últimos años en que te he extrañado tanto. Y si de algo me he arrepentido es de haber estado lejos de ti.

Salvador encendió de nuevo el motor del auto y continuó su camino hacía Pachuca mientras Andrea le sujetaba el brazo y recargaba la cabeza sobre su hombro. Hicieron el camino en silencio, como si estuviesen reservando toda su energía para lo que tenían por delante.

Cuando estuvieron por fin en las afueras de Pachuca, Salvador se desvío de la carretera. Condujo el auto durante un par de minutos hasta encontrar un motel de buena apariencia.

Cuando entraron a la habitación Salvador encendió las luces. Las cortinas estaban cerradas por lo que no tendrían miradas indiscretas en ellos. Apenas cerraron la puerta Salvador colocó a Andrea contra la pared, la abrazó y se besaron apasionadamente. Las manos de Salvador acariciaron lentamente la cintura de Andrea, recordando la suave forma de su cuerpo.

Lentamente se separaron, Salvador tomó su mano y la llevó dentro de la recámara. El amueblado era sencillo y cómodo, una cama king size, una pequeña mesa con un par de sillas, una cómoda y una televisión empotrada a la pared.

Salvador se sentó en la orilla de la cama para contemplar a Andrea, quien permanecía de pie frente a él.

– Sigues siendo hermosa, la más hermosa que he visto y que veré en mi vida Andrea. – Dijo Salvador tomando las manos de Andrea.

– ¿De verdad te parezco hermosa? ¿Qué te gusta de mí?

– Todo, tus ojos, tus labios, tu cintura, tus piernas son encantadoras.

Andrea se sentó sobre las piernas de Salvador y con la pasión contenida durante años besó sus labios apretando su cuerpo contra el suyo. Llevó las manos de Salvador de su cintura a sus piernas pues recordaba cuanto lo enloquecía acariciarlas.

Sin separar sus labios se levantaron de la cama; con toda la delicadeza Salvador le quitó el sueter y después levantó su blusa por encima de su cabeza. Con las manos en su cintura desnuda besó su cuello y sus hombros. Andrea abrió los botones de la camisa de Salvador hasta quitarla por completo y él la hizo girar para poder besar la parte posterior de su cuello. Acomodando el cabello de Andrea hacía uno de sus hombros Salvador pasó sus labios por su espalda y soltó su sostén; sus manos buscaron la redondez de sus senos mientras besaba uno de sus oídos. La excitación se respiraba en la habitación. Andrea sentía como se aceleraban los latidos de su corazón al sentir las manos de Salvador acariciando con suavidad sus pezones mientras el sudor comenzaba a perlar su frente.

Andrea se giró y besó el pecho y el cuello de Salvador, los cuales sintió fríos y paso por alto el detalle, no quería desaprovechar la oportunidad de estar con el que siempre consideró que era el más grande amor de su vida. Desabrochó el cinturón y abrió el pantalón de Salvador e introdujo su mano sintiendo la erección que la excitación estaba provocando en su miembro.

Salvador se hincó ante Andrea para quitar la falda que ella llevaba puesta, se levantó para acostarla en la cama. Le quitó los zapatos, las medias y su ropa interior; la contempló un momento, la tenía desnuda ante él como en sus sueños. Andrea lo miraba ansiosa, esperando que se uniera a ella en el lecho y poder seguir amándose sin importarles el mundo. Él termino de desnudarse y se postró sobre ella besándola, acariciándola, sintiendo crecer su miembro al roce con el cuerpo de ella.

Cuando por fin Salvador unió su cuerpo al de Andrea, sintió como ambos temblaban como nunca antes. Era la primera vez que sentían que hacían el amor en todos los sentidos. Tantos años de separación explotaron en ese momento de  pasión compartida entre quienes habían nacido para ser pareja, para compartirlo todo, pero que no supieron aprovechar la oportunidad de estar juntos. Hicieron el amor durante la tarde y la noche, no hubo más plática, solo besos y caricias tratando de apagar en unas horas la ardiente pasión que durante años habían contenido dentro de sí.

Antes del amanecer Salvador, ya vestido de nuevo, despertó a Andrea con un beso lleno de ternura.

– Despierta amor, tenemos que irnos ya. – Dijo Salvador.

– Mmmhh… aún no amanece, vamos a quedarnos un poco más, hazme el amor de nuevo mi vida. – Respondió Andrea semidormida y pasando sus brazos por el cuello de  Salvador.

– Lo siento corazón, de verdad nos tenemos que ir.

Salvador la beso de nuevo y se levantó para abrir un poco las cortinas. Andrea, aún con sueño, se levantó también para vestirse.

Mientras Salvador conducía en silencio Andrea aún adormilada se recargaba sobre su hombro. Llegaron a la casa de ella en Pachuca donde, dentro del coche, Andrea lo miró fijamente a los ojos no queriendo separarse más de él ni siquiera un minuto.

– Por ahora creo que aquí nos despedimos amor. – Dijo Salvador tomando las manos de Andrea entre las suyas.

– ¿Es muy necesario que te vayas ahora? No quisiera que nos separáramos más. – respondió Andrea sin dejar de verlo a los ojos.

– Por ahora creo que así tiene que ser pequeña, tengo que volver al lugar de donde llegue hoy, pero nos volveremos a ver.

– ¿No te gustaría pasar un momento? Te invito un café y seguimos platicando.

– Te lo agradezco mucho, pero no puedo. Ya casi no tengo tiempo para regresar. Pero ya verás que tendremos todo el tiempo del mundo en su momento, te lo prometo. – dijo Salvador buscando hacerle sentir la esperanza de un futuro encuentro.

– No quisiera que te fueras, pero entiendo. ¿Me prometes que vamos a vernos de nuevo?

– Te lo prometo. Por ahora no puedo decirte exactamente cuándo, pero nos veremos.

Salvador beso las manos de Andrea, quien volvió a sentir frio al contacto con su piel, bajó de su auto para abrir la puerta de ella y ayudarla a bajar y sellar con un último beso el pacto de volverse a ver pronto. Volvió al interior del auto y arrancó en tanto ella, inmóvil, lo veía alejarse. Una pequeña brisa helada recorrió su cuerpo y la hizo entrar a su casa.

Continuara…

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Desde el olvido – parte 2

Conducir le impedía verla tan fijamente como quisiera, aunque aprovechaba cada mirada para apreciar sus cambios, tal como ella lo hacía también. Seguía teniendo esa sonrisa que le encantaba y se mantenía en buena forma física, tal vez hacía ejercicio, aunque a ella siempre le había gustado cuidar mucho su alimentación por su tendencia a subir de peso con facilidad. Vestía con cierta sencillez pero sin perder los detalles que a él le encantaban, una blusa muy fresca de tirantes y escotada, una falda arriba de la rodilla, medias naturales y un sueter muy delgado del mismo color que la blusa.

Recordó la primera vez que fueron juntos a una fiesta formal. Era la graduación del bachillerato del hermano de Andrea. Salvador la esperaba dentro del auto cuando la vio salir de la casa de sus padres, vestía un vestido de noche color negro con una ligera abertura en un costado que le permitía contemplar parte de su pierna. Se veía imponente. Aquella noche fue inolvidable. Los besos que Andrea le prodigó en la fiesta fueron apasionados, aun en presencia de sus padres. Y lo que vino después como olvidarlo. Sus padres se sentían cansados, por lo que regresaron con ellos a su casa dejando a su hermano en la fiesta. En la casa sus padres se habían a dormir dejándolos solos en la cocina tomando un café y con la excusa perfecta, esperaban a que su hermano volviera. Cuando Andrea lavaba las tazas Salvador no pudo contenerse más y la tomó por la cintura besando su cuello y sus oídos. Sus manos subieron hasta sus senos acariciándolos con desesperación y luego la hizo girar para quedar de frente a ella. Bajó los tirantes del vestido para dejar al descubierto sus pechos y besarlos con el ansia de conocer su sabor. Era la primera vez que llegaba tan lejos con ella. Buscó la abertura en el vestido para levantar la pierna de Andrea hasta tenerla en su cadera y acariciarla con el placer que le daba sentir sus medias con sus manos. Lentamente terminaron en el suelo de la cocina, ella buscaba con su mano la erección de él mientras le permitía acariciarla como él quisiera. Fue un breve momento que recordarían siempre, a pesar de que ella le impidió seguir por temor a despertar a sus padres o a que su hermano llegase en cualquier momento.

El recuerdo excitó a Salvador haciéndolo sentir un aumento de presión entre sus piernas que tuvo que contener. Conducía por una carretera peligrosa y no quería correr riesgos, más por ella que por él. Él ya no tenía tanta importancia.

El camino a Tulancingo pasó rápido para ellos. Se contaron con más detalle lo que habían hecho esos años en que no se habían visto. Ella había tenido tres empleos y había hecho dos intentos de poner un negocio propio que no habían rendido frutos.

– Y de tu vida personal, ¿qué me cuentas? Dices que no te has casado pero, ¿no has conocido a algún hombre que te hiciera sentir la cosquillita de casarte, de pasar el resto de tu vida con él? – Dijo Salvador.

– Mh. La verdad es que si, a uno, pero no pasó nada. Hablamos de matrimonio pero simplemente no se dieron las cosas.­ – Dijo Andrea.

– ¿Por qué? ¿No se entendieron? ¿Se dieron cuenta de que no funcionaría? – Insistió Salvador.

Andrea desvío la mirada hacía su ventanilla, mirando a través del cristal recordó aquella relación. Aquel hombre la había hecho sentirse de verdad arrepentida de haber dejado a Salvador. En su corazón sintió una breve punzada al recordar el dolor que sintiera el día que descubrió de que, a pesar de estar haciendo ya planes de boda aquel sujeto la estaba engañando. En realidad él nunca tuvo planes para casarse con Andrea pues llevaba una relación de muchos años con otra mujer a quien ya le había entregado el anillo de compromiso. Los descubrió haciendo el amor en la oficina de él, sobre su escritorio, donde también Andrea había disfrutado de la pasión a su lado. El dolor fue insoportable por semanas y, más que nunca, deseo no haber terminado nunca con Salvador, él siempre fue fiel a su relación, la respetaba y le daba su lugar.

– Simplemente no funcionó, eso es todo lo que hay que decir. – Dijo Andrea volviendo de nuevo la mirada hacía Salvador.

– Que lástima. Las heridas de amor siempre son difíciles de curar. ¿Y tienes novio o sales con alguien?

– No, por ahora estoy bien así. No le rindo cuentas a nadie ni tengo que preocuparme de tener o no tiempo para pasarlo con otra persona. Pero bueno, ahora te toca a ti contarme como te ha ido en lo personal.

– No hay mucho que decir tampoco. He tenido algunas relaciones de noviazgo pero nada realmente digno de recordarse. Solo alguna decepción por ahí.

– ¿Cómo que tipo de decepción? No creo que no hayas pensado en casarte, tu siempre has querido tener una familia, tus hijos, y todo lo demás.

– Tu me conoces, cuando siento aprecio por alguien me preocupo mucho por su bienestar. Y algunas veces llego a sentir algo más que amistad, eso te lleva a correr el riesgo de ser lastimado. Y pues eso ha sido, hasta me aprendí la frasecita de “es que ahorita no quiero estar con nadie, pero si quisiera tener novio seguro serías tú”. Después no es muy agradable ver a esa persona con su pareja a los dos días de darte a ti esa excusa. – Salvador bajo un poco la mirada, su rostro mostró una mueca de ironía. – Pero eso termino hace poco. Ya no sufriré más por eso.

– ¿Por qué lo dices?

– Por nada en especial, es solo que ya no me pueden dañar más. Digamos que, ahora ya no pueden alcanzar mi corazón para dañarlo.

Llegaron a Tulancingo y Andrea le indicó a Salvador como llegar al domicilio de su clienta. Él se quedó en el auto contemplando a Andrea mientras ella se alejaba, disfrutó su breve contoneo una vez más, como si apenas ayer se hubiesen besado por primera vez, como si nunca se hubiesen separado. Por debajo de los anteojos oscuros una lágrima corrió por su mejilla.

Unos minutos después vio a Andrea caminar hacía el auto. Ella sonreía. Salvador pasó el dorso de la mano por sus mejillas para asegurarse de que no quedarán rastros del par de lágrimas que había derramado. Ella no debía notar cambios en su semblante.

– Listo, pedido entregado. Ya podemos volver a Pachuca. – Dijo Andrea subiéndose al auto.

– Muy bien, una clienta más satisfecha. – Respondió Salvador dedicándole una sonrisa mientras encendía el auto para emprender el camino de regreso. – ¿Sabes algo Andrea? No tomes a mal lo que voy a decirte, pero sigues siendo hermosa, sigues teniendo esa sonrisa encantadora. – La miró fijamente a los ojos, como si a través de ellos pudiera leer su respuesta.

Andrea quedó congelada. No esperaba ese tipo de comentario de Salvador, pero no le era desagradable. Lejos de eso se sentía halagada y eso provocó que sus labios le agradecieran el piropo con una sonrisa.

– Muchas gracias, hace tiempo que no escuchaba algo así, al menos no con tanta sinceridad.

– Solo digo lo que a mi me es evidente. No hay manera de pasar por alto la belleza de una mujer como tú. – Salvador centró su atención en el volante y emprendió el camino.

Un silencio se hizo entre ambos mientras salían de Tulancingo. Salvador pensaba que tal vez había cometido un error al decirle ese comentario, empezaba a arrepentirse de estar ahí con ella. Tal vez no debió aparecer de nuevo para verla.

– Tú te ves muy bien también. Quiero decir, te vez muy guapo, el peinado te queda muy bien, la ropa te ayuda. Te vez muy atractivo para una mujer, no se como es que estás solteros. – Dijo Andrea rompiendo el silencio y sacando a Salvador de sus pensamientos.

– Solo lo dices para corresponder lo que yo te he dicho. Pero te lo agradezco de todos modos. – Dijo Salvador sin distraer la mirada del camino.

– No, es verdad. Si yo fuera tu novia no te dejaría ni un momento solo a merced de que otra mujer se te acercara.

– Yo haría lo mismo contigo. No dejaría que nadie te mirará siquiera. Pero eso es algo que ya fue y no funcionó. ¿Lo recuerdas?

– Lo sé. Te extrañé mucho Salvador. No sabes la falta que me hiciste. – Dijo Andrea fijando la mirada en Salvador. Ya no había una sonrisa en su rostro, sino un dejo de tristeza.

– Yo también he pensado mucho en ti, en los buenos momentos sobre todo.

– Lo que más recuerdo de ti es como me respetabas. Para ti eso era lo primero. Y eso nunca lo volví a encontrar en nadie más.

– Sin respeto a tu pareja no puede haber relación que dure. Aún cuando lo que ella te pida sea algo muy difícil de cumplir debes esforzarte por respetarla. Eso es todo lo que hice.

– Lo dices tan fácil, pero no sabes lo difícil que es encontrar a alguien que sea así.

– Lo se. Y mira que a veces es difícil, pero no debes dejar que tu esencia cambie, y la mía es esa. ¿Sabes que es lo que más me costo hacer? Respetar el que tu me pidieras no tener relaciones conmigo.

– Yo… No sabes como arrepentí de ello. Aunque yo solo quería que todo fuera perfecto entre nosotros. Yo quería llegar al matrimonio contigo y disfrutar de la noche de bodas como si fuese la primera vez. Yo quería que nuestra relación fuera diferente. – Las lágrimas escaparon de los ojos de Andrea.

A pesar de sus jugueteos y de los muchos momentos que pasaron a solas nunca llegaron a concretar el acto sexual. Llegaron a tener sexo oral, se estimulaban mutuamente, pero ella le pidió no llegar tan lejos. Esperaba con el tiempo casarse con él y regalarse una noche de bodas única. Pero ese día nunca llegó.

Salvador notó las lágrimas en el rostro de Andrea y detuvo el auto en la primera cuneta que encontró. De la guantera sacó un paquete de pañuelos de papel y tomó uno para limpiar con mucha suavidad las lágrimas de Andrea. Delicadamente giró su rostro con dos de sus dedos. Se quitó los anteojos oscuros y miró fijamente sus ojos.

– No debes estar triste. Lo que en ese entonces sucedió tenía una razón de ser. Tomamos decisiones entre los dos y no debemos arrepentirnos ni aún ahora que ha pasado tanto tiempo.

Salvador posó la palma de su mano en la mejilla de Andrea para que recargara su rostro. Ella no dejaba de verlo suplicante a los ojos.

– No me hagas pensar que fue un error regresar para buscarte. – Dijo Salvador.

 

Continuara…

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Desde el Olvido – parte 1

El celular de Andrea sonó cuando faltaban tres personas en la fila donde esperaba comprar un boleto de autobús de ADO para viajar a Tulancingo. No reconoció el número, pero aún así contestó al tercer timbrazo.

– Si, ¿diga?

– Hola Andrea, ¿Cómo estás?

– ¿Quién habla? – Andrea no sabía exactamente a quien pertenecía esa voz, pero recordaba haberla escuchado alguna vez.

– ¡Andrea!, no ha pasado tanto tiempo, no puede ser que ya no recuerdes mi voz. – Respondió con tono de divertida confianza.

– Tu voz me es familiar, pero no recuerdo quien eres.

– No pensé que guardaras mi recuerdo tan adentro en tu memoria que no recordaras mi nombre al escuchar mi voz, pequeña. – Dijo denotando una falsa decepción.

El rostro de Andrea se iluminó al escuchar la última palabra en el teléfono. Solo una persona la había llamado pequeña, aunque de eso hacía ya varios años.

– ¿Salvador? No puede ser, ¿de verdad eres tú? – Dijo mientras se acomodaba la bolsa en el hombro, ya era su turno para comprar su boleto. – Quiero un boleto para Tulancingo por favor. ¿En donde estás, de donde me llamas?

– Estoy de visita aquí en Pachuca y pensé que podríamos vernos, ¿en donde estás pequeña? Dime y paso por ti.

– ¿Que asiento quiere señorita? – Preguntó la empleada de ADO

– Eh, no señorita, discúlpeme pero ya no voy a querer el boleto. Salvador, ¿de verdad estás aquí? Estoy en la terminal de autobuses, ¿en cuanto tiempo pasas por mí? – Dijo Andrea emocionada al tiempo que se alejaba de la taquilla dejando a la empleada con la venta colgada.

– Estoy ahí en diez minutos, espérame afuera de la terminal, ¿ok?

– Está bien, te espero. Bye.

Andrea guardó el celular en su bolsa y buscó un asiento para esperar a que pasaran los diez minutos. En su mente comenzaron a pasar escenas de su vida con Salvador. Realmente le daba mucho gusto pensar en volver a verlo a pesar de que la última vez no había sido precisamente agradable. Mantuvieron un noviazgo por un poco más de tres años, y la última vez que se habían visto tuvieron una discusión muy fuerte. Había sido la última discusión en realidad, pues no volvieron a verse después de ese día.

Aunque por un tiempo Andrea escuchó por amigos comunes algunos comentarios sobre Salvador, hacía ya poco más de dos años que no sabía nada de él.

Después de lo que a ella le parecieron más de veinte minutos y no diez salió de la terminal para esperar a Salvador. Caminó hasta donde terminaba la hilera de taxis estacionados para que le fuera más fácil reconocer el auto en que Salvador pasaría por ella. Pensó que debió preguntarle eso, hacía cinco años que no lo veía y podría estar muy cambiado, ¿y si no lo reconocía?

Tuvo que reconocer que era mucha su emoción, no había forma de que se engañara a si misma cuando su corazón palpitaba aceleradamente y sentía que el tiempo retrocedía en vez de avanzar.

Un jetta color azul con placas del Distrito Federal se detuvo frente a ella. Al principio no distinguió con precisión al conductor debido a que el auto tenía los cristales más oscuros de lo normal. Vio descender el vidrio del lado del pasajero y el conductor se inclinó para quedar a la vista de ella. Era él sin duda, con anteojos para sol y un peinado distinto, pero era él.

– ¡Hola pequeña!, ¿quieres subir? Aquí podemos platicar más cómodos, además no tardan en tocar la bocina los que están detrás de mí. – Dijo Salvador señalando hacía atrás. Entonces Andrea se dio cuenta de que otros dos autos esperaban a que Salvador avanzara.

Andrea subió rápidamente al auto y Salvador se puso en marcha. Nerviosa por la sorpresa no encontraba las palabras para iniciar la conversación, hasta que en un semáforo en alto Salvador la miró.

– Que callada, tú no eras así. Dime, ¿A dónde quieres que te lleve?

– Perdón, es que hace mucho no se de ti y de pronto apareces así, de la nada. Es toda una sorpresa.

– Espero que sea una sorpresa agradable.

– ¡Si! ¡Si lo es, no lo dudes! Es más no se ni que decir.

– Puedes empezar por saludarme con un beso, en la mejilla por supuesto. – Dijo Salvador señalando su mejilla y sonriendo como un niño.

Andrea le devolvió la sonrisa y le otorgó el beso. Sintió que los latidos de su corazón regresaban a la normalidad, lo que le dio confianza para romper el nerviosismo que no la dejaba hablar.

– Entonces, ¿hacía donde vamos? – Preguntó de nuevo Salvador.

– Perdón, es verdad, necesito ir a Tulancingo a visitar a una clienta, ¿puedes llevarme?

– Por supuesto, vamos para Tulancingo. Y dime, ¿Qué has hecho de nuevo, como te ha ido? – Preguntó Salvador mirándola brevemente a través de los anteojos oscuros, sin dejar de sonreír.

– Bueno, de todo un poco. He trabajado para algunas empresas, pero lo que realmente quiero es tener mi propio negocio aunque todavía estoy un poco lejos de tener el dinero suficiente para empezarlo.

– Y esta clienta de Tulancingo, ¿es negocio personal o es de alguna empresa para la que estés trabajando?

– Es personal, es personal. Solo voy a entregarle unos productos que me encargo, es rápido y nos regresamos a Pachuca.

Salvador tomó la carretera que los llevaría hacía Tulancingo. Andrea trataba de mirar al frente, pero fallaba a cada intento pues sus ojos terminaban fijándose en Salvador. Ella examinaba los cambios que los años habían generado en su apariencia, lo notaba más seguro de si mismo. Y más atractivo. El cambio en el peinado le favorecía mucho. El estilo en su vestir variaba un poco, seguía usando sus acostumbrados jeans, pero ahora los acompañaba con una camisa de manga corta de color claro en vez de las camisetas que usaba años atrás.

– ¿Y como están tus papás? ¿Sigues viviendo con ellos o ya te casaste? – Preguntó Salvador, sacándola de su atento estudio sobre su persona.

– Ya no vivo con ellos, pero tampoco me he casado. Rento un departamento en los edificios que están junto a la colonia donde viven mis papás. ¿Y tu, eres un hombre felizmente casado?

– No me he casado tampoco – Salvador desvió un momento su mirada de la carretera para ver a Andrea. – Dejé de vivir con los amigos con quienes compartía casa en el DF y ahora vivo yo solo. Tiene sus ventajas no tener que pelear con los demás por ver a quien le toca la limpieza y esas cosas.

 

Continuará

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